La
mayoría del los seres humanos tendemos a pensar que somos especiales. Al fin y
al cabo, la evolución nos dotó de un cerebro complejo, memoria, capacidad para
comunicarnos, de inteligencia… Sin embargo, todas estas aptitudes no dejan de
ser las mismas que podemos observar en otros seres vivos.
Aunque
es evidente que el nivel de desarrollo alcanzado por los seres humanos es mucho
más elevado, no se trata de aptitudes exclusivas del hombre. Otros seres vivos
se comunican mediante sistemas complejos, son inteligentes y capaces de
utilizar ciertas herramientas sencillas y, por supuesto, tienen memoria. En ese
sentido, quizás no somos tan diferentes, tan exclusivos, ni por supuesto tan
superiores.
Sin
embargo, sí existe algo que nos hace distintos y que nos ha permitido
evolucionar como especie hasta llegar a ser lo que somos actualmente. Lo
realmente exclusivo del ser humano, lo que nos diferencia de otros seres vivos
-al menos hasta que se demuestre lo contrario-, es que la evolución nos ha
regalado una capacidad única: el pensamiento abstracto.
Según
el Psychology Dictionary, podría definirse como "la capacidad de captar lo
esencial (…) para prever y planificar el futuro, para pensar simbólicamente y
sacar conclusiones”. La aparición del pensamiento abstracto permitió el
desarrollo de aptitudes que presuponemos netamente humanas.
Las
diferentes religiones aparecieron para intentar dar explicación a aquellos
hechos cuya comprensión no llegábamos a alcanzar.
Apareció
la escritura, la asociación de sonidos a símbolos para, de esta manera,
transmitir los conocimientos entre iguales y a generaciones posteriores. Fueron
apareciendo las artes, la pintura, la escultura, la música o la literatura…
Pero
también, y esto a veces no resulta tan evidente, gracias al pensamiento
abstracto existe la ciencia. La curiosidad innata del ser humano, esa que todos
los niños tienen y la mayoría van perdiendo a medida que se hacen adultos.
Preguntas como ‘¿Por qué?’ o ‘¿Qué pasaría si…?’ serían imposibles sin esa
capacidad de abstracción tan exclusiva de nuestra especie.
El
pensamiento abstracto permitió al ser humano que un rayo caído sobre un árbol
seco no se quedara en un susto, sino que diera lugar al conocimiento y el
dominio del fuego. Permitió que una lasca de sílex con su borde cortante no se
quedara simplemente en algo útil en ese momento, sino que dio lugar al
desarrollo de la industria lítica. Permitió el desarrollo de la agricultura,
del álgebra en Egipto y Babilonia hace más de 4.000 años, de la geometría
plasmada por Euclides en su obra ‘Los elementos’ en el siglo III a.C.… Permitió
la existencia de genios como Da Vinci, Galileo, Kepler, Newton, Maxwell,
Pasteur o Einstein.
Un gran
amigo escribe en este mismo periódico una sección titulada ‘Lo que nos hace
humanos’. Pues querido Edu, sin duda alguna lo que nos hace humanos es el
pensamiento abstracto. O dicho de otro modo, la imaginación. La imaginación que
permitió crear obras irrepetibles como ‘Los Miserables’ de Victor Hugo o ‘El
Gernika’ de Picasso. Pero también la imaginación que permitió a Arquímedes
deducir los principios de la flotabilidad de los cuerpos al ver como rebosaba
una bañera tras introducirse en ella. La que convirtió un accidente en el
laboratorio de Alexander Fleming -la contaminación de una placa de cultivos de
bacterias por un hongo- en el primer paso hacia el descubrimiento de la
penicilina y de los antibióticos, o la que predijo en los años sesenta del
siglo pasado la existencia del famoso bosón de Higgs, cuya existencia tuvo que
esperar varias décadas -hasta 2012- para ser demostrada.
La religión y las artes en cualquiera de sus manifestaciones nos
hacen humanos, pero no nos olvidemos de la ciencia. Sin ciencia no seríamos lo
que somos. Porque la ciencia y la tecnología, y todos los avances derivados de
las mismas tantas veces considerados elementos artificiales, no son más que una
de las consecuencias naturales de la capacidad de imaginar, de hacernos
preguntas, de plantear hipótesis y de buscar respuestas. Quizás todo eso que
consideramos artificial no lo es tanto. Quizás la ciencia y los avances
científicos no son más que una consecuencia natural más, junto con el arte, la
escritura o la religión, de aquello que nos hace humanos.
http://www.sevillaactualidad.com/mas-actualidad/ciencia-y-tecnologia/36123-la-ciencia-nos-hace-humanos